Contra la escuela analiza la violencia escolar en todas sus manifestaciones, particularmente aquella que ejerce la escuela hacia los estudiantes y la que, como respuesta, estos despliegan sobre las autoridades. Objetando la matriz de opinión que las instituciones y los discursos interpretativos dominantes en el campo educativo han intentado imponer –aquella que reduce el problema de la violencia escolar al tema del bullying– este texto explora las violencias invisibilizadas por tal matriz y que, a pesar de su omisión en el discurso político y académico, se expresan cotidianamente en las relaciones desarrolladas entre los estudiantes, la institución escolar y las autoridades. En efecto, la expansión de las demandas por una mayor democratización social y escolar ha impulsado la reconfiguración de las legitimidades y de los escenarios de subordinación a la autoridad pedagógica, resituando las coordenadas que soportan la relación entre estudiantes y profesores. En este contexto, el conflicto entre los actores escolares emerge y se reproduce con facilidad. Surge entonces un fenómeno de «guerrilla pedagógica» de desgaste, expresada cotidianamente en eventos puntuales de «baja intensidad»: insultos, desacatos, amenazas, castigos y transgresiones. Sin embargo, bajo la estela de estas confrontaciones «menores», la lógica del desgaste satura progresivamente los espacios de tolerancia mutua. En el largo aliento, estos hechos puntuales en los que se soporta la «guerrilla pedagógica» pueden desbocarse, generando episodios de violencia antiescuela. No obstante, de manera paralela a este escenario de desencuentro, emergen nuevas condiciones para la producción y el ejercicio de la relación pedagógica que permiten reconstituir el lazo escolar a partir del reconocimiento recíproco de los actores educativos, proceso que actúa como dique de contención frente al conflicto cotidiano que enfrenta a estudiantes y autoridades escolares