Cuando conocí al pequeño Mix, un gato que mi hijo Max adoptó en la Sociedad Protectora de Animales de Múnich, me asombró la dignidad que tenía pese a ser un gatito no más grande que una de mis manos. Mix, como descubrirán en esta historia, tuvo un destino extraño que a cualquier otro animal habría hecho sufrir mucho, pero Mix nunca abandonó el buen humor manifestado en sus ronroneos y cuando, como todos los gatos, se ausentaba sin dejar de estar presente, envuelto en el gran misterio que rodea a los gatos