«Gisela Leal ha plasmado en un tríptico la prosa audible, personajes palpables y los hilos de sus tramas que confirman que quizá no somos más que palabras . Jorge F. Hernández La Soledad mira impotente el desamparo y desmoronamiento en el que la gente y las relaciones van cayendo. Reflejo del ecocidio, del trueque tramposo entre «humanidad e inteligencia artificial, de las familias frágiles y de una infancia diluida, esta finca será testigo del dolor y la angustia de Antonia. Sintiéndose intelectual y físicamente inferior a todos, ella creerá, por momentos, que hay salidas luminosas. A veces, gracias a la literatura; en ocasiones, en la complicidad con otros igual de rotos que ella. Pero el ir y venir entre el rechazo y la indiferencia de su madre será su constante y obligada vuelta a la realidad. Eso y la atmósfera contaminada por el poder, la corrupción, las adicciones y las enfermedades futuras que ya se van instalando en su joven cuerpo. Sabe que está, estuvo y seguirá estando sola..., salvo, quizá, por la permanente presencia del narrador, esa voz del futuro y del pasado, intrusiva, a veces divertida y siempre trágica, que no tiene ningún tipo de concesión. Ni con ella, ni con el lector. Gisela Leal regresa con una novela inquietante que genera, no sin sorna ni ironía, preguntas urgentes que querríamos pensar lejanas, pero que forman parte de nuestro inestable presente. «Con un estilo ágil y necesario para la literatura actual, Gisela Leal explora las emociones de sus personajes, desentraña sus miedos y aspiraciones como quien busca algo preciado que nos demuestre que, contrario a nuestros miedos, no siempre estamos solos . -Laura Baeza ENGLISH DESCRIPTION "Gisela Leal's audible prose, vibrant characters and interweaving plot threads confirm that we are, perhaps, no more than words."- Jorge F. Hernández La Soledad watches, powerless, as its residents and their relationships fall into ruin, the victims of ecocide, "humanity's" uneasy bargain with artificial intelligence, fragile families and the erosion of childhood. Most of all, the estate stands as a silent witness to the pain and anguish of Antonia. Despite her feelings of intellectual and physical inferiority, Antonia has occasional glimpses of hope, through literature or, rarely, the companionship of others who are equally broken. The one true constant of her reality, however, is her mother's alternating indifference and rejection. This, and an atmosphere polluted by power, corruption, addiction, and the illnesses already taking root in her young body. She knows that she is, has always been, and will continue to be alone...except, perhaps, for the omnipresent narrator: the voice of the future and the past, intrusive, sometimes funny but always tragic, unwilling to make concessions. Not to Antonia or the reader. Gisela Leal is back with an unsettling novel that doesn't shy away from sarcasm or irony. Using these tools, she raises urgent questions about issues we'd like to think are still far off but that are already part of our unstable present.