"La mayoría de los entusiastas en forzar la redacción de una nueva Constitución en Chile pertenecen al grupo de aquellos constructivistas que esperan, por esa vía, moldear la sociedad según su visión. Sin embargo, la evidencia demuestra que la mejor forma de vida en común es aquella basada en acuerdos voluntarios y no en órdenes estatales que crean distinciones artificiales o limitan la libertad de individuos y grupos.
Por tanto, esta reflexión busca contribuir a la discusión constitucional, desde una perspectiva distinta a la que prima en los medios y en la esfera política cuestión que en sí misma no demuestra su inviabilidad ni pone en duda el potencial de éxito que la visión aquí planteada ofrece para Chile, el que se ha probado con creces con su aplicación en otras latitudes.
Las sociedades exitosas, que han logrado progresar e incluir la máxima diversidad de individuos y grupos humanos en su seno, son aquellas que han creado una organización social en que el máximo posible de las decisiones se toma en forma voluntaria, sea individual o por asociaciones integradas libremente.
De existir una Constitución, ésta tiene por rol fundamental limitar y encauzar el proceso democrático, de lo contrario el Gobierno puede fácilmente derivar en autoritarismo y populismo arrasando con la propiedad y la libertad de las personas bajo pretextos aparentemente nobles como buscar la “justica social”, proteger los “intereses nacionales” u otros similares".