Ya, en plena Guerra del Pacífico declarada entre Chile y los países aliados de Perú y Bolivia, se comenzó con una serie de inscripciones voluntarias a fin de crear Batallones Cívicos Movilizados a lo largo de todo el país para que apoyasen en fuerza y número al Ejército de Chile. La provincia de Atacama fue uno de los lugares de Chile en donde más hombres se inscribieron buscando la gloria, empujados por patriotismo y el romanticismo, así también por el amor. Fue el pueblo, el campesino, el minero, el roto, el estudiante, el comerciante, el pije, el que se vistió orgullosamente con un uniforme y se fue a pelear al norte. A una guerra de la que desconocían el dolor, la sed, el hambre, la muerte, las amputaciones, las penas de amor y todo aquello terrible que sólo una afrenta de este tipo entrega a las almas de quienes la viven. Esta novela nos relata, entre otros hechos históricos, no sólo la historia del bravo Batallón Atacama, sino también el sacrificio del 2° de línea en la quebrada maldita de Tarapacá. Nos cuenta sobre las penas y las lágrimas de aquellos hombres y mujeres que sucumbieron por su Patria, nos habla del amor y el desamor, de madres e hijos, de encuentros y desencuentros, de clasismo y poder, de pena y dolor más que de alegrías. Nos cuenta la historia de aquellos hombres y mujeres, que, sin ser militares de profesión, fueron a pelear por Chile a un desierto desconocido. En un desierto en donde lucharon, sufrieron y fueron enterrados muchos de aquellos héroes en pos de la victoria final, sin que nadie, ni una madre ni una hija, ni una esposa ni una novia, pudiese llegar con una flor para dejar sobre la sepultura final de ese ser que tanto amaron.