Mucho se ha dicho sobre la obra única de Adolfo Couve, pero al entrar en ella a través de una mirada de conjunto todas las ideas previas quedan de lado para exponerse a la rica aventura del lenguaje y a la búsqueda de la belleza que su prosa nos depara. Es un peregrinar hacia un lenguaje depurado y hacia una belleza a la que -como con fortuna caracterizó el propio Couve-"le gusta Kafka".